— ¡No te metas aquí!— gritó eufórica—Aléjate de nosotros—siguió luchando— ¡No te pertenecemos! ¡Somos libres! Almas puras que han pasado milenios de dolor. Ellos pueden. No importa cuántas veces pongas tus manos aquí. Saldremos adelante—le dijo con una energía inigualable.
—Ciertamente que sí lo harán, pero cada vez que se levanten, volveré. Y no siempre te la podrás
—Podré, siempre podré. Porque yo creo. Yo soy capaz. Yo a diferencia de ti, tengo un apoyo único. Me tengo a mí, mi fuerza, mi amor por lo demás. Mi amor, siempre será fuerte, siempre podré hacerte frente.
—Tú podrás, mas no otros correrán con la misma suerte—dijo cínicamente
—Mientras yo esté en pie, mientras yo pueda, mientras tenga energías suficientes y aún si no tengo la energía suficiente te plantaré cara y te golpearé de la mejor forma que sé hacerlo. Porque yo puedo hacerte un daño que tú no sabes cómo romper—
Con el rabo entre las piernas se alejó aquel ser maligno. Sabía en su interior que nunca podría contra ella, pero nunca perdía las esperanzas de verla flaquear y así obtener lo que siempre quiso. Verla caer.
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